
No hay duda de que las llamadas "calorías invisibles" no lo son tales, puesto que aparecen siempre en los temidos "michelines". Pero es fundamental dejar constancia de que esas calorías forman parte del total de lo que cada día ingerimos. Y por eso entiendo muy bien el que esta norma se plantee hoy como elemento importante.
Un estudio realizado con 2.117 adultos, la mayoría desconocedores del tema, es la base de este trabajo y concluye que "La mayoría de las mujeres desconoce dos copas grandes de vino tienen 370 calorías, lo que representa una quinta parte de su ingesta de energía diaria". En síntesis, han elevado al 10% la aportación de calorías en los llamados bebedores sociales.
Hoy, pues, los eurodiputados van a abordar el asunto y van a estudiar una resolución que plantea la "urgente necesidad de mencionar claramente en el etiquetado, como mínimo, el contenido calórico de las bebidas alcohólicas".
Es de desear, pues, una decisión que implique que, a partir de ahora, esta información sea obligatoria y que este tipo de calorías, de una bajísima calidad nutritiva, que, además, no sacian, empiecen a ser determinantes a la hora de decidir qué comemos.
Y ya la Federación Española de Bebidas Espirituosas (FEBE) ha anunciado que, como debe ser lógico, acatarán, no sin decir que están "cómodos" con la situación actual.
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