Al margen de lo macabro que este dilema puede plantear, la pregunta que surge tiene que ver con la relación entre consumo y el dilema. Más que nada porque el debate que se abre es el del "mal menor" y la capacidad de decisión, ahora que está a punto de llegar a nuestras vidas los coches inteligentes.

No entramos en las muchas variantes que el dilema plantea. Se trata de elegir una de las dos opciones. Y en este ámbito es necesario situar nuestra libertad, nuestra capacidad para establecer el futuro comportamiento de nuestros coches inteligentes. Y es posible que, antes, tengamos que decidir en manos de quien pensamos dejar esa responsabilidad. Una encuesta hablar de un 44% de conductores de estos coches a los que les gustaría contar con esta posibilidad mientras el 12% opta por dejar esta opción en manos del fabricante. El problema, pues, subsiste.
Y, en el fondo como dice Lin, de la Universidad de California, "el fabricante seguirá considerándose responsable por dar al usuario la elección de una cosa sobre otra, 'es decir, la opción de discriminar a un tipo particular de conductor o persona'...Con los coches autónomos estamos tratando de diseñar eventos aleatorios que antes no teníamos determinados, y eso nos lleva a territorio surrealista. No está claro qué es arriba y qué es abajo, ni qué está bien ni mal. Pero la tecnología es poderosa, y nos va dando el control para instaurar el orden sobre lo que antes era instintivo o caótico. Y eso supone una nueva responsabilidad para que nosotros hagamos las cosas bien”.
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