No vamos a entrar en el cúmulo de disculpas y excusas que Ryanair utilizó, a posteriori, para explicar su absurdo comportamiento. No merece la pena si tenemos en cuenta que una compañía española, Air Europa, tomó consciencia del problema y lo solucionó, trasladando al niño a Madrid donde fue sometido, con éxito, al doble trasplante. Y si digo que fue Ryanair la culpable del desaguisado lo digo porque entre las normas internas de la propia compañía, cuando surge "una excepción", como ésta, es obligación ponerse en contacto con Dublín, donde está la central, para que, a esa distancia, se decida lo que proceda. En este caso, la decisión fue contundente: el niño, Tueya se llama, no podría salir en un vuelo de esa compañía.
De nada sirvieron los argumentos de sus angustiados padres ni los papeles que exhibieron. Las normas internas de Ryanair estaban, por lo que se ve, por encima de la vida de Tueya que había sido reclamado por el Servicio de Trasplantes del Hospital La Paz de Madrid. Afortunadamente un vuelo posterior (el de la irlandesa Ryanair era el primero) no planteó problema alguno ("por cuestiones de pura lógica", según la nota hecha pública por Air Europa). Tueya llegó media hora antes de que en el centro hospitalario empezaran a buscar un enfermo alternativo.
Bien es cierto que no existe un protocolo a aplicar en casos como éste. Pero no hay duda de que bastaba con echar un vistazo a la realidad para darse cuenta de lo absurdo de esta negativa. Hubiera bastado con un poco de humanidad para darse cuenta de que lo que estaba en juego valía más que cualquier norma interna de Ryanair.
Por suerte para Tueya, en Air Europa («Estuvimos en contacto permanente, tanto con la Organización Nacional de Trasplantes como con el aeropuerto, desde el despegue hasta el aterrizaje», dijeron) se impuso la lógica y el niño pudo viajar y ser operado. Hoy, tras doce horas de intervención, se recupera en la UCI del Hospital ya citado.
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