miércoles, 30 de julio de 2014

EL TIMO DE LAS PREFERENTES

No cabe duda de que las entidades financieras no han jugado limpio. Se trataba de hacer dinero y a ello se han aplicado. El hecho de que el perfil de las víctimas nada tuviera que ver con el de inversores de alto riesgo poco o nada importaba porque de lo que había que hacer estaba claro: traicionar la confianza de los clientes de la entidad y arrebatarles el dinero, un dinero, muchas veces fruto de muchos esfuerzos y de no pocos sufrimientos.

Cuando trabajaba en OCU asistí en más de una ocasión a la impotencia con la que los pequeños "inversores" lloraban la forma en que la codicia de unos pocos había arruinado sus vidas. Aún recuerdo aquella pareja que, en su "codicia" (¡qué estúpida justificación por parte de quienes no la pueden tener!) habían entregado a un amigo (agente de una caja de ahorros) hasta el último céntimo de lo que habían ahorrado para su boba, confiando en que de esa manera podrían hacerle un favor y, de paso, conseguir unos eurillos más. Ahora, ese dinero se ha volatilizado.

Y es que ésa es la palabra clave: la confianza. Bien lo sabían los desalmados que se inventaron la fórmula en la que era capital disponer de ella. Porque era preciso ese caudal tan grande para poder hacer el desaguisado. Porque pretender, ahora, que todo era cuestión de avaricia y que en el pecado llevaban la penitencia sólo cabe en la cabeza de algún que otro responsable de entidad financiera que, a buen seguro, hasta podrá dormir tras decir tamaña estupidez.

A lo que se enfrentan ahora es, sin duda, peliagudo: a miles y miles de demandas judiciales (bien es cierto que con casi certeza de triunfo). Pero lo peor de todo es que juegan con las dos cosas que el consumidor no tiene (o tiene poco): tiempo y dinero. Y, por eso, uno se pregunta si no se podría haber arbitrado una solución más coherente. Porque las entidades financieras bien conocen las cantidades que están en juego y la devolución de estas cantidades, nacidas del abuso, no deberían ser fruto de unas sentencias judiciales por mucho que en su inmensa mayoría sean favorables a los engañados.

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