martes, 23 de junio de 2015

LOS COCHES INTELIGENTES

Se conoce como el dilema del tranvía y lo "creó"  Philippa Foot, filósofa británica del siglo XX, conocida por sus obras sobre ética. Dice así: "Imagina que conduces un tranvía. Un poco más adelante ves a un grupo de seis personas, atadas a la vía, a las que vas a atropellar. Accionando una palanca puedes cambiar de vía, pero entonces atropellarás a una persona, sólo una, atada a la vía a la que llegarías. ¿Accionarías la palanca?".

Al margen de lo macabro que este dilema puede plantear, la pregunta que surge tiene que ver con la relación entre consumo y el dilema. Más que nada porque el debate que se abre es el del "mal menor" y la capacidad de decisión, ahora que está a punto de llegar a nuestras vidas los coches inteligentes.

El debate ético-tecnológico que este dilema nos trae versa sobre el o los responsables del accidente que se va a producir. Porque en ambos casos el accidente se va a producir. Según Barghi, de la Universidad de Alabama, "se trata de una vieja elección entre utilitarismo y deontologismo".  La respuesta de ambos es diferente en este dilema: el utilitarismo implica buscar la máxima felicidad al mayor número de personas. Habría que utilizar la palanca. El deontologismo está por los valores verdaderos por encima de la utilidad. Ello implicaría no tocar la palanca.

No entramos en las muchas variantes que el dilema plantea. Se trata de elegir una de las dos opciones. Y en este ámbito es necesario situar nuestra libertad, nuestra capacidad para establecer el futuro comportamiento de nuestros coches inteligentes. Y es posible que, antes, tengamos que decidir en manos de quien pensamos dejar esa responsabilidad. Una encuesta hablar de un 44% de conductores de estos coches a los que les gustaría contar con esta posibilidad mientras el 12% opta por dejar esta opción en manos del fabricante. El problema, pues, subsiste.


Y, en el fondo como dice Lin, de la Universidad de California, "el fabricante seguirá considerándose responsable por dar al usuario la elección de una cosa sobre otra, 'es decir, la opción de discriminar a un tipo particular de conductor o persona'...Con los coches autónomos estamos tratando de diseñar eventos aleatorios que antes no teníamos determinados, y eso nos lleva a territorio surrealista. No está claro qué es arriba y qué es abajo, ni qué está bien ni mal. Pero la tecnología es poderosa, y nos va dando el control para instaurar el orden sobre lo que antes era instintivo o caótico. Y eso supone una nueva responsabilidad para que nosotros hagamos las cosas bien”.

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