Se dice en inglés porque en snob suena bonito: low cost. Y hasta han
conseguido jugar un papel en la
democratización de los viajes aéreos. Pero los números no perdonan y ahora se
ven abocados a cobrar por casi todo. Y, como el euro dedicado a facturar una
maleta le cuesta conseguirlo al consumidor lo mismo que el que va a parar al
ticket o a las tasas, al final me pregunto: ¿no estaremos, en realidad,
llegando a un high cost?
La nota de actualidad publicada en nuestra web el pasado
miércoles, me sugirió de inmediato, este breve comentario. Aunque no puedo
decir que desconociera los conceptos que se están incorporando al precio de un
viaje con una compañía de bajo coste, verlos así, todos juntos, me produjo una
cierta sensación de sorpresa, ¿o debo
decir de estupefacción? No vi en la relación que cobraran por respirar, aunque
estoy casi convencido de que “todo se andará”. Pero leer algunos conceptos
llevan a una conclusión bastante incontrovertible: se trata, lisa y llanamente
de incrementar el precio del viaje, en algún caso con un insoportable tufo a
abuso.
Así, cobran por pagar con tarjeta (medio de pago habitual entre los
viajeros y que obligan a utilizar). Cobran por emitir la tarjeta de embarque,
es decir, por entregarme el documento que me permite acceder al servicio que
estoy contratando. Cobran por elegir asiento o tener preferencia a la hora de
embarcar. Y cobran por la maletas: lo hacen por la primera en algunas ocasiones
y siempre por la segunda (mala costumbre que han hecho suya algunas de las
llamadas compañías “de bandera”, como Iberia). Y, desde luego, no se os ocurra
cargar demasiado la maleta. En algunas compañías el kilo de sobrepeso (a partir
de los 15) cuesta tanto o más que el viaje. Y así, “complemento” por
“complemento”, se va incrementando un precio que, al final, nada tiene que ver
con el que tanto brillo pretende tener en los mensajes publicitarios.
Claro que
éste suele ir precedido de un “desde” que evita cualquier tentación de una posterior
reclamación. Las compañías de bajo coste han
cosechado una profunda desafección por parte de los usuarios, según las encuestas de las asociaciones de consumidores. Las mismas que,
en su momento, les brindaron su confianza y le dieron el realce que han llegado
a tener. Un realce que, cada día, es menor porque, tacita a tacita, las
compañías de bajo coste están haciendo lo posible por colmar el puchero de la
paciencia de los viajeros.
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