lunes, 15 de diciembre de 2014

MADRID NO ES UNA CIUDAD LIMPIA

Este fin de semana he estado en un pueblo manchego, Almagro, donde he tenido experiencia de lo que significa la limpieza en una localidad.  No recuerdo ningún acúmulo de porquería alrededor de sus contenedores, ni un papel por el suelo, ni caca de perro ni una colilla por las calles. Algo que se percibe sin gran problema cuando se anda (o pasea) por sus ellas.

Algo muy distinto de lo que es una gran ciudad, como es Madrid, donde la limpieza brilla por su ausencia, por mucho que su alcaldesa diga, en contra de la realidad, que nuestra capital es una ciudad limpia. Y mucho menos lo será si, finalmente, la empresa que se ha hecho cargo de la limpieza en la capital sigue adelante (lo que es previsible) con su idea de aplicar un ERE a los ya limitados recursos humanos con que se cuenta para conseguir dicha limpieza.

Pretender, como pretende la alcaldesa madrileña, conseguir que Madrid sea una ciudad limpia tiene un coste importante. Un coste económico y una exigencia de recursos, humanos y materiales que mal casan con un recorte que hace que cada vez haya menos personas que se dediquen a mantener la limpieza.

Es cierto que no es lo mismo mantener limpio un pueblo, relativamente pequeño, del corazón de la Mancha que hacerlo en una gran ciudad, como puede ser Madrid, pero no cabe duda de que tampoco es el mismo presupuesto que se dedica a ambas ni los medios y recursos que se utilizan.

Pienso que lo realmente importante es la importancia que los representantes del poder público dan a que los ciudadanos disfruten de sus ciudades y pueblos en un marco limpio. Y, por lo que se ve, en esto, hay grandes diferencias.

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