lunes, 10 de noviembre de 2014

ANUNCIOS PARA DAR Y TOMAR

No voy a cuestionar el papel de la publicidad. Sí la cantidad de anuncios que es preciso soportar, muchas veces hasta límites poco soportables. Siempre me pregunté acerca de esos anuncios colocados en muchas ocasiones en momentos poco oportunos o en el clímax de una serie o película. Siempre pensé que hacer eso muy a menudo tenía bastante de contraproducente.


Cortar una obra en un momento importante es actuar contra quien diseñó esa obra con un determinado ritmo que desemboca justo en el instante elegido por la cadena para darnos una serie de pretendidos consejos cuyo impacto real es muy importante.

Como espectador, muy a menudo, es el momento para hacer zaping, buscando, en primer lugar huir de lo que considero una falta de respeto, en especial cuando corta una obra en un momento interesante. También es el momento en que suelo buscar en otra cadena por si el programa que encuentro tiene más interés.

Dos son las prácticas habituales que cada día que pasa se reiteran más en esa publicidad que acaban llenando espacios en medio de películas y series sin solución de continuidad. Ciertamente no voy a plantear eso en una televisión pública o en una de pago. La publicidad es necesaria cuando los recursos vienen de los espacios publicitarios. Una de esas prácticas tiene que ver con la duración que se incrementa paso a paso interrumpiendo momentos que califico de importantes, llegando a ser de hasta siete o más minutos, algo que me parece inaceptable. Porque tiene una incidencia directa sobre el seguimiento del programa.

Como inaceptable me parece que la publicidad se haga justo en determinados momentos en los que uno queda cogido por el programa tras la cortinilla del mismo.

Insisto: uno entiende que haya anuncios en determinados programas; pero el problema está en la duración y su oportunidad.

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