jueves, 15 de enero de 2015

DE URGENCIAS HABLAMOS

Tengo en mi retina las imágenes del estado de colapso en el que están las urgencias en nuestro país.  En general. Porque, desde Galicia a las Islas Canarias, hemos podido asistir a la dramática situación que padece quienes tienen que acudir a este servicio que, por lo que es fácil deducir, hace muy poco honor a su nombre. Si hablamos de urgencia hablamos, precisamente, de situaciones donde no es fácil esperar.


Bien por falta de recursos materiales, bien por ausencia de profesionales, los recortes en esta materia, las imágenes hablan por sí mismas: ver pasillos y salas con camas de enfermos por doquier es algo que nunca desearíamos para nadie, sean los nuestros o no, sin la menor intimidad y soportando una situación que multiplicaba por mucho la ya natural sensación de impotencia y el sufrimiento que padecían.

Pese a su "pixelado", detrás de muchos rostros, se percibe una carga de desesperación muy importante, solo comparable a la indignación que vemos y oímos en la indignación de sus seres queridos.

Ignoro la relación entre el mundo del consumo y el motivo de esta reflexión. Desde mi punto de vista, total. Porque hay algo que no admite dudas y es que hablamos de un servicio que siempre responde a la necesidad de actuar con rapidez en un ámbito que no permite mayor dilación: la salud cuando es preciso y "urgente" atender a ella.

Y eso para mí es, por un lado, indignante. Por otro, inaceptable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario