Y cuyos hijos claman una mañana sí y una tarde también por algo que llevarse a la boca. Los datos que he oído de la Cruz Roja son espeluznantes. Y se refieren a un país, el nuestro, que dicen desarrollado. Dicen que nueve de cada diez de las personas atendidas por la Cruz Roja pasan hambre. El número de adultos que optan por no comer para que sus hijos puedan hacerlo es ya de uno de cada tres (se supone que de las personas atendidas por esa institución). Finalmente la media de lo que esas familias pueden dedicar a la comida apenas llega a los 200 euros, cuando en nuestro país se habla de 520 euros la cantidad mínima que se puede dedicar a comer,
No cuesta imaginarme lo duro que puede ser que un niño, un hijo pida pan y no existan posibilidades de atender su petición. Y esa es la realidad de muchos de ese 32% que es atendido por la Cruz Roja en nuestro país.
Un dato particularmente doloroso dice que un tercio de los adultos han pasado un día (24 horas) sin probar un bocado.
Lamentablemnte hoy la recién bautizada como inseguridad alimentaria es ya una realidad. Y las consecuencias saltan a la vista. Y eso si no existen intolerancias o alergias alimentarias, tan frecuentas, especialmente entre nuestros niños. Porque entonces el tema, ya muy complejo, se complica un poco más.
Acabo con un dato más: el 16% de los menores de esas familias ha pasado hambre. Sí, ha pasado hambre.
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