Las etiquetas, en especial de los alimentos, deberían ser algo así como los documentos de identidad de los productos. De alguna manera cuando se leen las etiquetas no deberían existir dudas de lo que se va a encontrar en él. Sin embargo, los análisis comparativos demuestran una vez y otra que no es así y que se utilizan, muchas veces, como meros argumentos publicitarios.
En el reciente artículo ¿Sabemos lo que comemos? de la revista de abril de OCU-Compra Maestra no deja lugar a duda. A él me remito. Uno siempre pensó en la galletas como la mejor forma de consumir cereales. Pero viendo las fotos de algunos paquetes esta imagen compadece muy mal con lo que en realidad contiene. Un ejemplo: según dicha revista en una galleta, en cuya imagen de etiquetado puede verse un rozagante montón de frutas del bosque, un análisis posterior demuestra que la cantidad de talen frutas apenas llega al 5,76%. Y ello sin hablar del abuso que se viene produciendo de grasas saturadas. Y no sólo en las galletas. También en otros productos, como pueden ser, además de las galletas, algunos embutidos, sopas, etc.
Algo similar se produce en determinados zumos. Dos ejemplos sacados del mismo artículo: pese a las hermosas granadas en copa de Bebefruta de Hacendado, el contenido real de zumo de esa fruta no llega apenas a los dos tercios. El tercio restante es de otras frutas sin que el fabricante vea necesario el indicarlo en el etiquetado. En los conocidos Bifrutas, el contenido principal, pese a lo dicho en su etiquetado, apenas el 6% es zumo y su componente principal es el agua. Contenido mínimo que en el caso de los conocidos Yatekomo de Gallina Blanca, sólo el 2% de su contenido es un elemento tan importante en la sopa como es el pollo (con un componente principal es fideo).
Y ello sin entrar en la naturaleza de lo que se dice, de pasada, en el articulo y que en el caso de las anillas de calamar indicado ya no proceden de calamar, no proceden del calamar; sino, como se lee en la parte de ingredientes (pese a la foto que preside el producto), es un "producto de la pesca transformado rebozado". Dicho de otra forma más compresible, simple y llanamente, surimi.
Nada tengo contra el hecho de que un fabricante utilice en su etiquetado las imágenes que entienda como más conveniente. Pero sí, y mucho, contra el hecho de que en sus etiquetas no se indique con claridad qué es lo que realmente se contiene en el alimento. Los consumidores tienen derecho a saber lo que comen y ello sin hacer equilibrios absurdos y sin sentido. Pero la tentación de hacer un mal marketing utilizando las propias etiquetas es demasiado grande...
Se trata de un blog en el que el consumo es el denominador común, aunque a veces la relación con él sea casi marginal y cueste verla. Con estas reflexiones, José María Múgica Flores, ex director general de OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) pretende dos cosas: no perder contacto con un mundo apasionante, como es el consumo, y ofrecer su experiencia de casi 25 años a los consumidores del futuro.
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