martes, 10 de febrero de 2015

CORRUPCIÓN Y POLÍTICA

No deberían ir juntas pero, por desgracia, todo parece indicar que van. Y nada peor que justificar la corrupción porque la practican los correligionarios. Sin embargo, todo parece indicar que es así, No voy a entrar en los casos concretos, ésos que, a buen seguro, vendrán rápidamente a las mentes de todos. Porque hoy quiero escaparme de la tentación del "y tú más", tan de moda y tan practicada por nuestros políticos.

Nada más patético que lo que hemos oído sobre el papel que juegan quienes tratan de justificar lo injustificable poniendo en marcha, si es preciso, el ventilador. Ventilador que tiene el grave problema de la unidireccionalidad. La corrupción es corrupción la practique quien la practique. Y lamentablemente existe allí dónde parece haber acceso al poder y a la capacidad de decisión. No deja de ser triste ver algunas justificaciones (injustificables) y que responden al hecho de ser correligionario político de quien la plantea.

Porque uno piensa que el corrupto no tiene otro color que el de la propia corrupción y que quien se corrompe traiciona algo muy importante: la confianza de quienes se han hecho valedores suyos. Y eso es, sin duda, lo más grave. Bien es cierto que la consecuencia de la corrupción es (suele ser) el rápido enriquecimiento de quien se corrompe. Y es un enriquecimiento que conlleva el empobrecimiento de otros muchos.

Ambas cosas, el ataque frontal a la confianza y el enriquecimiento injusto, son exculpados cuando quien se corrompe pertenece a las mismas siglas (partido político), cuando si hay algo claro en esta historia es que lo que menos importa al corrupto son todos los que han confiado en él y han hecho posible (por acción u omisión) su propia corrupción.

Por eso no acabo de entender determinadas actitudes, solo posibles porque existen una gran dejación en la aplicación de la justicia. Tiene muy mala digestión ver cómo determinados corruptos llevan delante el "presunto" simplemente porque saben jugar muy bien con los plazos de una justicia lenta y "garantista", mientras se ríen de todos los que quieren un mundo más justo y sin corrupción (me niego a pensar que sea verdad  la afirmación de que "todos somos corruptos si podemos"). Si las cosas funcionaran bien, la identificación de los verdaderos corruptos sería mucho más fácil y, con ello, la separación de los verdaderos corruptos de quienes no lo son. Lo malo es que, por lo que se ve, es algo que no interesa demasiado...

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