Hoy he leído una entrevista con Raymond Schinazi, químico egipcio dueño del laboratorio
Phamasset, que ha vendido la patente del principio sofosbuvir (del famoso
Sovaldi) a Gilead, y sólo puedo hablar de mi profunda decepción. Me refiero,
como seguro que ya lo sabéis, del medicamento reconocido como el que cura la
hepatitis C. En ningún momento soy capaz, tras leerla, de entenderlo. Incapaz
hasta que llegué al momento en que, con toda su cara, afirma que "cuando
tienes el mejor, hay que pagar más".
Ninguna de sus
palabras justifica su mensaje. Juega con la vida humana como una forma de
negocio.¡Lástima que su comparación con la penicilina se quede, sólo, es una
cuestión semántica...!. Y lo peor es que Schinazi no tiene empacho en decir que las
cosas son así.
Pero las cosas no
son así. No es de recibo una insensibilidad tan enorme cuando se trata de un
medicamento que cura la hepatitis C. Sí, que cura. No se trata
de que se trabaje "con aire", como dice. Pero no se puede pretender hacer negocio
con la salud de tantos y tantos afectados. No cuestiono el hecho de los duros
comienzos de Schinazi, pero sí la triste "venganza" que pretende. Porque cuesta
trabajo aceptar que alguien, cuyo fin debería ser otro bien diferente,
relacione el dinero con la eficacia de un medicamento que cura la enfermedad.
Como la actitud del laboratorio Bristol-Myers Squibb con el
medicamento Daklinza, cuyo precio oculta pero cuya eficacia
contra la hepatitis C y otros virus parece, según se dice, fuera de dudas.
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