Estos días nuestros chavales y chavalas están inmersos en lo que tan pomposamente se ha dado en llamar la "vuelta al
cole". Para muchos padres, un auténtico quebradero de cabeza económico cuyo montante sube, cada vez más, en función del tipo de enseñanza (privada, concertada o pública) y la capacidad de imaginación de todos los implicados.
Cuando uno ve los importes (especialmente del capítulo de los libros de texto) no puede por más que preguntarse por eso de "adónde vamos a llegar". Porque las editoriales de libros de texto tienen todo el derecho a vivir. Sin duda. Pero hay algo que no podemos obviar: que se trata de una compra
cautiva. Los centros (privados, concertados y públicos) determinan el material escolar obligatorio al que los padres deben hacer frente. Sí o sí. Porque éstos no tienen otro remedio que adquirirlo poniendo en juego todo aquello que su imaginación le sugiera para reducir la casi siempre costosa inversión. Por eso es importante ver la forma de reducir tan importante gasto y cualquier iniciativa en esa línea es bien venida.
Hace algún tiempo,en un burdo intento de justificar tanto desembolso, oí decir que se trataba de un gasto necesario que, además, sólo se hacía una vez al año. Y lo comparaban con el "despilfarro" de lo que se gasta en ocio y vacaciones. Pero hay formas de hacer que sea más pequeño para que su impacto en las ya débiles economías sea menor. Y en esa batalla debemos implicarnos todos. Desde las editoriales (no es de recibo ediciones diferentes con cambios mínimos) hasta los alumnos (¡cuidado con el material!), pasando por los propios consejos escolares (si es que todavía tienen algo que decir con relación a dicho material).
No diré que tiempos pasados fueron mejores,pero uno añora las épocas en que los libros de texto duraban varios años y el resto del material escolar se reducía a lo imprescindible. Porque eran épocas en las que la "vuelta al
cole"
no implicaba un desgarro económico muy difícil de asumir por muchas familias.
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